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María Emilia López | Fundación Itaú Uruguay María Emilia López - Fundación ITAU — Institución educativa en Montevideo, Uruguay

María Emilia López:
“Los libros casi siempre implican la temperatura del regazo”

26/10/2021

María Emilia López es pedagoga, escritora y especialista en educación temprana y literatura infantil. Desde hace varios años se desempeña como asesora en programas de política pública dirigidos a la primera infancia y a la gestión cultural en México, Colombia, Brasil.

Desde su vasta experiencia como formadora en temas referidos a la mediación de lectura asegura que no alcanza con “leer” o “dar de leer” a los niños. Se inclina por la idea de “lecturar”, un término que ella misma acuñó y que mixtura “leer” y “amar” como forma “de nombrar el compromiso particular y muchas veces no consciente que asumimos cuando le leemos a un niño pequeño”.

¿Cuál es la forma en que un bebé puede conectar con un libro y demostrar su interés?

Los bebés tienen un profundo interés por todo lo que los rodea y los libros no son ajenos a ese impulso de conocer el mundo. Al principio tienden a abordarlos desde el punto de vista corporal y entonces las cuestiones sensoriales están en primer plano: morderlos, sacudirlos, olfatearlos, por eso decimos que los bebés leen con todos los sentidos, no solo mirando y escuchando. Pero muy rápidamente, en tanto haya algún adulto interesado en mostrarles esos otros mundos de juego del lenguaje y las ilustraciones, comienzan a comprender que el libro es un “juguete” diferenciado: que porta historias, musicalidades, colores, que lo que dice y muestra se conserva en el tiempo. Eso lo convierte en un lugar seguro, porque lo que se repite permite construir el sentido de continuidad de las experiencias, ayudándoles a sentirse integrados en esa etapa tan frágil de la vida. Además, descubren que leer implica siempre un gesto y un tiempo compartido con otros, que prestan la voz y el regazo, la mirada conjunta. Y eso es muy valorado por los bebés.

¿De qué forma pueden interesarse en la palabra y comprender sus significados?

Los bebés están interesados en la palabra desde antes de nacer. Aproximadamente a los 4 o 5 meses de gestación comienzan a discriminar los sonidos del afuera, especialmente la voz de la mamá, que lo acompaña las veinticuatro horas y que está asociada a su ritmo cardíaco, a sus sonidos corporales. Al nacer, reencontrarse con esa voz es un gran alivio para el impacto propio de la salida al mundo, cuando todo se vuelve desconocido: aparece el hambre, el frío, el temor a la caída. Pensemos que los bebés han pasado los nueve meses de embarazo mecidos en el líquido amniótico, arropados por las paredes del útero y de repente todo se transforma en una experiencia menos previsible y continente. Podríamos decir que los bebés se aferran a la voz de la mamá, del papá, de las figuras de apego para sobrevivir. Son esas voces amorosas las que le dan continuidad y abrigo psíquico. Por eso tienen un gran interés por las palabras y reciben con alegría cualquier manifestación de lenguaje que les esté dirigida. Aunque no comprendan el significado de todas las palabras, sí son capaces de capturar los sentidos afectivos y musicales de la lengua que les ofrecemos. De hecho, mientras les hablamos en ese idioma que muchos autores han llamado “maternés”, cuando les decimos con diminutivos lo bonitos que son y construimos onomatopeyas para nombrarlos, ofreciendo gesticulaciones exageradas que nos surgen de manera espontánea para comunicarnos y atraer su atención, los bebés no solo disfrutan de nuestras presencias y se sienten amados, sino que además están escuchando y extrayendo información sobre la prosodia de esa lengua, recuperando los rasgos del lenguaje con los que muy pronto comenzarán a balbucear y luego a hablar convencionalmente. Son aprendizajes silenciosos, que se van construyendo en medio de los vínculos amorosos básicos. Los bebés siempre están interesados en la palabra; si los adultos somos responsivos y generosos en el intercambio, el aprendizaje es muy fértil y la ganancia desde el punto de vista de la seguridad psíquica mucho mayor.

¿Qué ofrece como diferencial la lectura en edades tempranas a un bebé que devendrá luego en un niño y más tarde en un adulto? ¿Qué estudios, investigaciones o experiencias resaltarías en ese sentido?

Hay muchas investigaciones que muestran aspectos importantes de los efectos de la lectura temprana. Por un lado el fortalecimiento de los vínculos amorosos; como decía anteriormente la potencia que tiene la lectura como lugar de encuentro, conversación y resguardo corporal, la capacidad que adquieren los niños y las niñas para construir sentidos, para escuchar y compartir puntos de vista. Además, la nutrición imaginaria que dan las obras literarias y que los más pequeños llevan a sus propios juegos; eso hace que el pensamiento, la experimentación, la exploración del mundo y las relaciones con los otros se enriquezcan notablemente; la inteligencia crece cuando hay buenos libros y lecturas desde la primera infancia.
Por otro lado, son para destacar los efectos que tienen estas experiencias a puro juego, por el placer de leer, en el aprendizaje de la lectura y la escritura convencionales. En mi trabajo de muchos años con bebés y niños pequeños veo claramente esta influencia, las niñas y los niños que tienen buenos libros y reciben ricas mediaciones de lectura llegan a la escritura y a la lectura por sí mismos con alegría, con autonomía, y por lo general antes del ingreso a la escuela primaria. Y ese aprendizaje no es una “precocidad”, sino el resultado de estar inmersos en la cultura escrita, de gozar de los cuentos, de los poemas, de las historietas, de las buenas ilustraciones como de los juguetes. Lo cual nos demuestra, otra vez, que los bebés siempre están aprendiendo más de lo que vemos y construyendo hipótesis sobre las cosas, incluso sobre la escritura.

¿Cómo elegir un libro para un bebé y cuánto pesa en esa elección por ejemplo la musicalidad de la palabra?

Qué buena pregunta. En principio diría que la música es parte de la literatura cuando nos referimos a la primera infancia. La musicalidad del lenguaje humano es lo primero que el bebé capta, de allí extrae cualidades, y los adultos casi todo el tiempo les hablamos con entonaciones especiales, melódicamente. Esa música, en un libro, puede darse directamente porque ofrece la letra de una canción, o porque se trata de un libro de poemas. La poesía también tiene su musicalidad, que a veces está dada por la rima y otras veces por el ritmo, por los juegos de palabras. Los bebés son sumamente sensibles a la poesía, por eso recomiendo siempre los libros de poemas a la hora de elegir un buen acervo para ellos. También diría que así como están atentos a todo lo que suena a su alrededor, tienen profundo interés en las imágenes y gran capacidad de observación; pensemos en ese esfuerzo que están haciendo para comprender el mundo, ayudados por su percepción despierta como nunca. Esto quiere decir que no hace falta comprar libros demasiado simples, que es bueno buscar autores o artistas que nos resulten interesantes, que ofrezcan originalidad tanto en el lenguaje, en las historias como en las ilustraciones; dejar de lado el prejuicio de que para niños pequeños hacen falta textos breves y fáciles, porque los más pequeños tienen grandes capacidades perceptivas y además están muy interesados en descubrir las relaciones entre todas las cosas que los rodean, sus mundos interiores, sus sentimientos y lo que está más allá como promesa.
Otra cuestión que quisiera mencionar es que a veces pensamos que los mejores libros para bebés son los de cartón duro, porque si los muerden o los maltratan nos se rompen con tanta facilidad. Es verdad que los libros de este material son más resistentes, pero ese es un criterio solo de economía, no es un criterio artístico ni literario. En ese sentido, diría que el material es lo de menos, que lo más importante es lo que el libro tiene para dar como contenido poético, informativo, artístico. Un buen libro es aquel que te conmueve, que te abre a lo desconocido, que te divierte, o que te lleva más adentro de ti mismo, cuando el camino que te propone recorrer indaga en sentimientos o vivencias que te tocan. A veces coinciden en un mismo libro el material más resistente y su belleza poética, otras veces es mejor seguir buscando entre las páginas blandas buenos cuentos, poemas, álbumes. Con esto quiero decir que pensar que los libros para bebés son sólo aquellos realizados con los materiales más resistentes, es un reduccionismo.

Recientemente acuñaste el concepto de “lecturar”, afirmando que no alcanza con leer o “dar de leer” ¿Podrías contarnos más sobre este concepto?

Sí, esta nominación nace precisamente de la observación sensible, leyendo con los bebés y tratando de capturar todo lo que se pone en juego en esos actos. Lo que pienso es que cuando les leemos a los bebés o a los niños pequeños, para quienes el mundo se comprende multimodalmente, los adultos debemos hacer un trabajo especial de traducción. Pero lo que traducimos no son palabras, sino estados. Nosotros también nos ofrecemos íntegros para que la lectura llegue y ellos puedan abarcarla. En ese ofrecimiento, ponemos en juego mucho más que el lenguaje, el libro y alguna historia. Ponemos nuestra impronta, nuestras emociones y expresiones, nuestra musicalidad, tratamos de abrigar el gesto de leer para que ellos puedan sentirse dentro de la historia y del libro. Eso implica una conjunción entre la lectura y el amor; lo que los niños reciben en esos actos de lectura no es solo literario o lingüístico, por eso no me alcanza con “dar de leer”. Por eso prefiero “lecturar”, una mixtura entre leer y amar, una forma de nombrar el compromiso particular y muchas veces no consciente que asumimos cuando le leemos a un niño pequeño con la ilusión de implicarlo y regalarle lo mejor que tenemos, el tiempo y la riqueza de las historias compartidas.

Si tuvieras que definirlo en pocas palabras ¿cuál es el rol del mediador de lectura? ¿Dónde debería “pararse” un mediador para lograr ser ese vehículo de comunicación fluida entre libros y niños?

Primero, observar y escuchar a los niños. Segundo, seleccionar buenos libros, sin miedo a lo desconocido, y evitar las moralejas, habilitar que sean los mismos niños los que elaboren sus conclusiones, si es que las hay. Tomar en cuenta que la literatura es el territorio de lo posible, de la metáfora, del juego, por lo tanto no es coherente con la literatura misma llenar de interpretaciones adultas el tiempo de la lectura. Muchas veces la lectura se convierte en un artilugio para “domesticar” niños: libros con “mensajes” para aprender a compartir, para enseñar valores, etcétera. Esa es una traición a la literatura y a la infancia, el arte es otra cosa, el arte no puede ser obediente, y los niños pequeños tienen derecho al “Arte”, con mayúsculas, como todos los seres humanos. Por lo tanto la experiencia de lectura no debería tener como propósito obtener un único resultado determinado por el mediador. Sus propósitos son amplios, diversos: facilitar la experiencia simbólica, nutrir el lenguaje, jugar y gozar con lo desconocido, ampliar las posibilidades de imaginar y conocer mundos, vivir el desparpajo, el humor, el terror, el misterio y todos los matices emocionales que permite la ficción. También indagar en la metaficción y descubrir los mecanismos de funcionamiento de la literatura.

¿A qué cosas debería estar atento en el transcurso de la lectura de un libro un mediador de lectura con un grupo de niños pequeños?

Creo que así se trate de un libro de ficción o de un libro informativo, siempre es importante la participación de los chicos en la lectura. A veces eso se traduce en una escucha atenta, en un gran silencio mientras el mediador lee; otras veces los niños pequeños necesitan interrumpir el relato porque las ideas o las evocaciones que el libro les produce no pueden esperar, y es lícito que se expresen, que el mediador esté a la escucha y habilite y garantice la circulación de la palabra. Eso también es respetar la construcción de sentido.

En tu experiencia ¿cuáles son los “errores” más comunes que cometemos los adultos al enfrentarnos a la lectura de un libro frente a un niño?

No sé si los llamaría “errores”, tal vez sean herencias de nuestras propias experiencias escolares, o exigencias muchas veces inconscientes en las que quedamos atrapados, como por ejemplo el mandato de “enseñarles” todo cuanto antes, como garantía de éxito y de futuro. Yo siento que cada vez más tempranamente los niños están inmersos en una serie de sistemas de enseñanza que los alejan del juego, de la improvisación, de los tiempos compartidos con otros a pura fantasía. Si confundimos estas lecturas de los primeros años de vida con la enseñanza de la alfabetización convencional, si no podemos confiar lo suficiente en la potencia de la literatura, porque pertenece al terreno de lo inútil, entonces la lectura comienza a tomar otros rumbos que se parecen más a “entrenamientos” que a experiencias amorosas y poéticas compartidas. La lectura en la primerísima infancia depende de los adultos acompañantes, ese es un dato clave para pensar su sentido: la lectura es vínculo, ensoñación, compañía y alegría, y se aprende a estar en ella gracias a que no hay mandatos, sino posibilidades, y a que todos podemos construir significados a partir de nuestra propia fantasía.

En los tiempos que vivimos nadie sabe a ciencia cierta cómo garantizar el porvenir; sin embargo aún conservamos ciertas certezas, como por ejemplo que el amor de los familiares de crianza es inconmensurablemente saludable para las niñas y los niños, que ofrecer lenguaje es ofrecer pensamiento y envoltura afectiva, que los libros llegan si hay adultos dispuestos a encontrarlos y mediarlos, y que los libros casi siempre implican la temperatura del regazo.

Te desempeñaste como asesora en materia de políticas públicas para la infancia en distintos países y en este sentido resaltaste el valor que tiene el arte en el desarrollo de niñas y niños en primera infancia. ¿Cuáles son en tu opinión aquellos temas centrales que deberían abordar hoy los responsables de políticas públicas para lograr dar respuestas a las necesidades culturales en la primera infancia?

Creo que esta pregunta es muy importante, porque frente a la desigualdad y la pobreza que viven muchas infancias, el rol de las políticas públicas es fundamental para garantizar el acceso a los libros, a la lectura, al arte para todos los niños y sus adultos acompañantes. Y en ese sentido, apuntaría a la creación de espacios receptivos para las familias -además de los centros infantiles- como las bibliotecas públicas o ludotecas. Y diría para “todas” las familias, más allá de su condición económica. Porque los bebés y los niños pequeños aún son poco visibles dese el punto de vista de sus derechos culturales, eso hace que las ofertas sean muy escasas, incluso para aquellos que podrían acceder por sí mismos.
También pensaría en la formación de los mediadores, tanto maestros como bibliotecarios, promotores culturales, etcétera. Los bebés son seres muy enigmáticos, los niños pequeños también, es necesario generar instancias de formación que permitan a los mediadores conocer profundamente las almas infantiles, así como hacer experiencias artísticas propias, reflexionar sobre el arte y la lectura, leer literatura. Una política cultural para la primera infancia debería tener, desde mi punto de vista, un profundo interés tanto por los niños como por los adultos que los acompañan, desde los diferentes roles. Las madres y los padres también necesitan compañía para pensar las crianzas. Una biblioteca que propicia sesiones de lectura con bebés y sus familias está transmitiendo pautas a las madres, padres, abuelos, para que la experiencia perdure más allá de sus paredes; los libros se irán con ellos en préstamo, así como la bibliotecaria “presta” su “lecturar” para que puedan espejarse quienes están más inhibidos o no encuentran aún el placer de leer en voz alta. Escuchar lecturas en voz alta debería estar dentro de los derechos de la infancia. Enfatizaría también las compras institucionales de libros para los centros infantiles, los jardines de infantes, las salas de espera de los consultorios pediátricos, los hospitales, todos aquellos lugares donde los niños pequeños pasan tiempo, aunque sea de modo ocasional. Porque leer también debería ser una situación ofrecida con cotidaneidad.

Entrevista: Moriana Peyrou
Para Fundación Itaú Uruguay


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