Para Ott se trata de “un proyecto complicadísimo” por sus características y porque “para un arquitecto siempre es muy difícil hacer un museo” debido a “queremos hacerle obras a nuestro ego y monumentos a nuestra fama”. Está convencido que “un magnífico museo es el que desaparece”.
¿Qué lo atrajo de la idea de proyectar un Museo de Arte Latinomericano en Fundación Atchugarry?
Un museo me parece siempre esencial si queremos difundir la cultura en un país como el Uruguay, que nos ha dado tan magníficos artistas en la música, la pintura, la escultura y la literatura. A ello se suma que es para Pablo Atchugarry, un gran amigo y un artista uruguayo conocido mundialmente.
Como profesional ¿qué lo desafía de este proyecto?
Es un proyecto complicadísimo. Muy difícil. Es un edificio que albergará esculturas realizadas en granito, mármol, metal, madera y otros materiales como los utilizados por Le Parc por ejemplo. Además habrá pinturas y obras de arte en general. Algunas requieren luz natural y otras no. Albergará obras de diferentes tamaños. Sumado a que en el arte actual la frontera entre pintura y escultura se está borrando. Hoy hay instalaciones donde la pintura también se expresa en tres dimensiones, ocupando parte del espacio. Ahora por ejemplo estuve en San Pablo mirando la obra de Weiwei que es escultura, pintura y manifiesto político. Estaba en una exposición de arte en Miami viendo obras modernas que incluyen todo tipo de expresión y materiales, incluso ópticos, computadoras, visiones con elementos cibernéticos, fotografías, etcétera.

¿Desde el punto de vista conceptual arquitectónico qué hay que tener en cuenta a la hora de proyectar un Museo?
La clave de un museo es acercar el objeto al sujeto. Es esencial que la persona que mira esa escultura, esa pintura o esa fotografía, pueda hacerlo sin nada que se interponga. Absorber al máximo ese mensaje que quiso dar el artista. Por eso para un arquitecto siempre es muy difícil hacer un museo. Porque los arquitectos queremos hacerle obras a nuestro ego y monumentos a nuestra fama. Pero un magnífico museo es el que desaparece. Porque su rol principal es crear un espacio para facilitar e intensificar ese diálogo entre objeto y sujeto.
¿Cómo se imagina que el público va usar ese espacio?
El público va a usar este edificio como parte de su visita a la Fundación Atchugarry que está ubicada en una gran chacra, en un gran espacio natural, con una loma que cae hacia lagos, con arboledas y en la que hay cuatro o cinco edificios existentes. Uno que es la Fundación, otro que es el taller de Pablo, un salón de lectura, de exposiciones y de venta, un restaurante y ahora este Museo que es un espacio para el arte latinoamericano. Así que va a ser parte de un complejo dedicado al arte, que a su vez incluye obra en el exterior. Esculturas que están diseminadas en un mismo parque. Hasta hay una pequeña capillita que alberga una famosa escultura de Pablo. Así que creo que la visita del público va a ser a este edificio a través de un paseo a los diferentes espacios que ya existen y los nuevos que creará este lugar. Por lo tanto espero colaborar con la intención de Pablo, que es mostrar el arte uruguayo dentro del arte latinoamericano. Me parece que eso es muy interesante.

¿Cómo llegó al diseño de este edificio con forma de barco?
Acá la idea fue crear dos espacios. Uno para la escultura que necesariamente tiene que ser muy alto, donde queríamos luz natural y que se abriera hacia el parque y hacia los otros edificios que lo rodean. Y una parte mucho más íntima y más cerrada, donde se deben proteger las obras de arte hechas en óleo, acrílico, acuarela, lápiz, carbonilla. Se necesita tener control de la luz ultravioleta, la temperatura y la humedad. Por lo tanto es un edificio muy simple. Un gran rectángulo con luz artificial protegido con control de humedad y temperatura para proteger esas obras. Es decir que hay una dicotomía en el edificio. Por un lado un espacio muy curvo, con madera, muy abierto hacia el exterior, de grandes dimensiones y en contraposición total con ese volumen un rectángulo, de altura constante y en hormigón. Prácticamente lo opuesto. Uno para esculturas y otro para pintura.
– ¿Qué tipos de materiales se usarán en el edificio y cómo se distribuirán de acuerdo a estos dos volúmenes?
La parte de esculturas va a constar de una estructura de madera laminada pegada, sobre la cual van techos de metal y una gran ventana hacia el parque. Y el espacio de pinturas en mampostería, hormigón y ladrillo. La infraestructura, la base, en hormigón armado.

– ¿Qué tuvo que tener en cuenta para que el Museo pueda dialogar con los demás edificios que hay en el parque y con la propia naturaleza?
– Tuvimos que analizar mucho. En principio ese gran terreno cae topográficamente hacia el oeste y al noroeste, con un lago abajo. Así que la topografía es compleja. Vamos a entrar a nivel de los edificios existentes sobre la ruta y enseguida el edificio va a estar volando, porque mantenemos ese piso horizontal a pesar de que el terreno baja drásticamente. Por eso la razón de la forma náutica. Así que de estar el edificio desde su entrada al mismo nivel de la tierra, va a tener una diferencia de 8 o 9 metros del extremo oeste al otro extremo, tomando en cuenta el terreno natural. Es un edificio que vuela sobre el terreno. Al mismo tiempo al hacer eso minimizamos el impacto, la huella del edificio sobre el lugar. Como las demás construcciones que lo rodean son blancas, pensamos quizás en tener unos cerramientos del mismo color, probablemente de yeso o metal en la fachada, y dejar el techo y todo el perímetro de la sala de esculturas vidriado y con puertas a la terraza. En ese diálogo lo importante fue minimizar el impacto del edificio en relación a los existentes para no cerrar la vista.
– Desde el punto de vista medioambiental ¿qué aspectos consideró a la hora de proyectar el edificio?
– Se han tomado muchas cosas en cuenta. Hemos hecho estudios de sombra, de orientaciones, para maximizar la luz natural y evitar la refracción ultravioleta. Así minimizamos el calentamiento de los espacios interiores, sobre todo con la puesta del sol, dada la orientación noroeste del edificio. Hemos tenido en cuenta también usar materiales que sean reutilizables. La estructura de madera por ejemplo o el metal. Creemos esencial que el edificio se integre al medioambiente. Intentamos minimizar la energía necesaria en el verano para enfriar y en invierno para calentar los espacios. Utilizaremos grandes aleros, parasoles, un techo volado que disminuya la influencia del sol, aprovechando que en verano está alto y en invierno usarlo para el calentamiento que es cuando se necesita. Esto para mi es esencial en toda la arquitectura.
¿Encuentra similitud entre este edificio y alguna de sus obras anteriores?
– Me gustaría decir que no (risas). Tendría que mirar mis rayas y ver si se parece en algo a otros. Creo que no, porque tuve la intención de hacerlo exclusivamente para ese lugar, ese cliente y en esas condiciones. Mi intención es que cada edificio que hago no sea copia de otro sino que resulte de las condicionantes de cada espacio, de cada cliente, de cada lugar.
¿Ha tomado alguna referencia de otros museos para pensar en este?
— No, francamente no. Hoy hay museos sumamente variados. Muy humildes, muy simples, otros que hacen mucho ruido, donde la arquitectura toma prioridad por lo que impone. A mí me gustaría creer, sobre todo desde el punto de vista filosófico, que mi edificio va a ser un entorno para las obras de arte. En vez de que las obras de arte sean la cosmética de un edificio arquitectónico.
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Entrevista: Moriana Peyrou
Para Fundación Itaú Uruguay