El conjunto de obras reunidas por Ricardo Pascale se presentan bajo el nombre de Ruido Rojo. Sonido totalmente silencioso, librado a la siempre generosa imaginación. El mismo refiere al movimiento browniano, movimiento aleatorio desplegado por partículas pequeñísimas dentro de un medio líquido. Para los espectadores informados en esa cuestión investigada por el biólogo escocés Brown, la lectura de estas piezas puede enriquecer significados, pero que el posible contemplador no se inquiete: estos datos no son necesarios para el pleno disfrute de estas evoluciones, coreografías y planos espaciales de texturas prodigiosas. Existe otro silencioso y conmovedor sonido, que parece brotar de cada obra y parece impregnar la sala entera. Es un sonido que traduce la persistencia que logra preservar una hermosa lozanía creativa. Quizá porque sigue logrando resolver el mayor desafío del arte contemporáneo. Comprendiendo que una obra de arte no es un mero ejercicio narcisista sino una huella, un susurro, un grito, un gesto que busca conmover. Y que, de alguna manera u otra intenta reflejar el espíritu de una época…
Alfredo Torres