El martes 12 de setiembre, a las 19.00 se presentará en la Sala Maestro Julio Castro de la Biblioteca Nacional, el libro Juan Manuel Besnes e Irigoyen, primer pintor uruguayo de Nelson Di Maggio.
Juan Manuel Besnes e Irigoyen (1779 – 1865). Artista singular y representativo de la historia del siglo XIX que fue además soldado, docente, político y funcionario importante a lo largo de seis décadas en las que actuó, decisivas del país por los cambios institucionales que se sucedieron. Protagonista y espectador, siempre cercano al poder, alternó con la sociedad elegante montevideana y recorrió los humildes y nacientes pueblos del interior (Durazno, San José, Canelones), acompañó al presidente Rivera, registrando usos y costumbres del campo con buenas dosis de humor y comentarios irónicos. Preceptor de Juan Manuel Blanes que lo pintó en notable retrato, arropado de afectividad y reconocimiento.
Oriundo de San Sebastián, España, donde hizo sus primeros estudios, a los 15 años se embarcó al puerto de La Guaira, Venezuela, pero su navío fue interceptado por la Armada Inglesa y debió retornar a Cádiz. Dos o cuatro años más tarde (no hay seguridad en las fechas, 1805 o 1809), recalará en Montevideo y casi de inmediato entrará como funcionario de oficinas públicas. A partir de ese momento registrará, como protagonista, las transformaciones de una sociedad en acelerados cambios pasando del virreinato y el colonialismo hispano, a las guerras independentistas de los patriotas orientales, el federalismo artiguense truncado por la invasión lusitana y la instauración de la Provincia Cisplatina, la Cruzada Libertadora de Lavalleja y la proclamación de Uruguay como nación independiente en 1830. En su tierna madurez, Besnes e Irigoyen se integró a la sociedad local con flexibilidad ideológica, retrató a las personalidades más conspicuas de la época en su calidad de dibujante, pintor y litógrafo cuando la ciudad amurallada contaba con catorce mil habitantes. Se aproximó al General Rivera, primer presidente constitucional (1830 – 34), fustigó en caricaturas a Manuel Oribe (1835 – 38), también presidente de la República, recorrió la campaña con los ejércitos riverenses durante la Guerra Grande (1839 – 43) y luego con el General Venancio Flores (1855), mientras vio crecer a Juan Manuel Blanes y participó en el Sitio de Montevideo (1843 – 51) que ya contaba con 34 mil habitantes, en su mayoría franceses y españoles. Frecuentó las tertulias patricias y vio desfilar los gobiernos de Giró (1852 – 53), Gabriel Pereira (1856 – 60), Bernardo P. Berro (1860 – 64) y el gobierno de facto de Venancio Flores (1865 – 68), pautados por fusilamientos e intentonas rebeldes de los caudillos.
De todos los artistas viajeros, que vinieron, y se fueron, Besnes e Irigoyen fue el único que permaneció hasta el fin de sus días. Escribiente y calígrafo del virrey Elío, mantuvo esa actividad conducida hasta el virtuosismo. Pero fue en las acuarelas de los notables álbumes que capturó lo esencial de la nación en formación.
Los tres álbumes incorporados por la Unesco a la Memoria del mundo, Viaje a la Villa del Durazno (1839), Prontuario de paisajes de San Fernando (1852) y Álbum, son obras de enorme valor testimonial y expresivo que aún conservan la fresca inventiva de los colores iniciales, el exquisito tratamiento de la mancha y la espontaneidad del dibujo. Apuntes rápidos y certeros de un talento excepcional que supo concretar su obra maestra, Pasquines, lentes, barajas, plumas (1827), naturaleza muerta nunca exhibida como sucede con la mayoría de su extensa producción. Parece impostergable, ahora sí, difundir su obra. Recorrer esas imágenes es asistir al nacimiento de la nación.