Las obras de Marcelo Legrand son resultado de largos procesos de composición. Las soluciones plásticas de cada obra van surgiendo a partir de un continuo trabajo de interrelación entre elementos que son agregados sucesivamente. El proceso de trabajo es acumulativo. Se basa en la reflexión y la construcción. La pintura de Legrand es un fenómeno de reacciones.
El planteo es estrictamente no figurativo, y basado en una concepción del espacio pictórico muy personal. El «fondo» de la obra es en la mayoría de los casos de un color homogéneo, lo que da una sensación de planismo. Pero la ubicación de los elementos, los que parecen «flotar» libremente en el aire, crea un espacio pictórico con una profundidad ambigua.
La suma de los elementos es generalmente llevada a cabo a partir de contrastes que dinamizan la totalidad. A formas geométricas regulares se le oponen «manchas» de carácter informal, que luego son adaptadas a la composición. Una serie de líneas de carácter variado marcan direcciones en el espacio. Líneas continuas contrastan con líneas quebradas.
La variedad de tonos y colores cubre un amplio espectro. Algunas obras tienden a lo monocromo, mientras que en otras dominan colores como el rojo y el azul. Las variaciones son también tangibles en la materialidad de los elementos: una gama que va del óleo tradicional a lacas craqueladas o pigmentos con partículas de otros materiales.
Pedro Da Cruz